viernes, 25 de diciembre de 2009

El mito de Ulises según Theo Angelopoulos

Al principio Dios creó el viaje, luego la duda y la nostalgia. Con esta frase recibe un amigo al protagonista de La mirada de Ulises, del director Theo Angelopoulos. Las imágenes se suceden durante más de ciento cincuenta minutos: un barco portando un gigantesco Lenin, troceado como un rompecabezas, recorre el Danubio convertido en símbolo del último imperio balcánico, ya desmembrado y en descomposición; nieblas persistentes que al final revelan los horrores y la barbarie de la guerra (que son todas las guerras); funcionarios del viejo régimen que retiran pasaportes a la menor ocasión; un homenaje a todos los grandes del cine mundial: Bergman, Murnau, Eisenstein, Dreyer, Resnais, Kurosawa, Griffith, Buñuel, Antonioni... En definitiva, la búsqueda de unos rollos de películas del primitivo cine griego como pretexto para demostrar la vigencia de la tradición de Odiseo, acaso el más universal de los mitos que ha proporcionado la civilización helena, Estoy perdido, ¿a qué tierra extranjera he venido a parar esta vez?, dice el protagonista en el corto con que Angelopoulos homenajea a los Lumière en Lumière y Cía (1995)

Y sobrevolando todo el film, la exquisita música de Eleni Karaindrou. ¿Acaso son habituales las mujeres compositoras? En absoluto. Pero esta autora, además, ha creado numerosas bandas sonoras, casi todas tan bellas, o más, que ésta:

http://www.goear.com/listen/766fc04/ulysses-theme-eleni-karaindrou

Me dice Pepe Amodeo que al admitir que hasta ahora no me he acercado al mundo de T. Angelopoulos no hago sino poner de manifiesto mi bajo nivel de instrucción cinematográfica. Touché. Pero el placer de haber descubierto -tarde, ya lo sé-, a este director de culto y quererlo compartir con alguien que se asome a estas páginas, supone para quien esto escribe una doble intención: demostrar que nunca es tarde para los nuevos descubrimientos, y luego preservarlos, claro. Faltaría más.

CG

jueves, 26 de noviembre de 2009

Un retrato


Considerando el modo de trabajar de un pintor que en mi casa empleo, hanme entrado deseos de seguir sus huellas. Elige el artista el lugar más adecuado de cada pared para pintar un cuadro conforme a todas las reglas de su arte, y alrededor coloca figuras extravagantes y fantásticas, cuyo atractivo consiste sólo en la variedad y rareza. Así comienza Montaigne el capítulo XXVII, titulado De la amistad, contenido en los Ensayos, su obra más significativa.

Si elijo esta entradilla es porque eventualmente el ensayista se sirve de la figura de un pintor para, posteriormente, abundar en su discurso sobre lo que -con certero juicio, como siempre-, el ejercicio de la amistad reporta a la condición humana.

Y aquí viene la paradoja, porque un amigo nos sorprende con una recomendación inusual en él. Un dato, un nombre vinculado a la red, nos derivan a un blog personal de los que tanto abundan en la Nube y que difiere de este mismo sólo por el material grafico que contiene. Se trata de Ángel de la Custodia, pintor de Rota, Cádiz.

Tras observar la decena larga de cuadros que el autor ofrece a los visitantes de este blog, me vuelvo una y otra vez para contemplar el detalle del retrato de su padre, del que, además, ofrece un primer plano del rostro. El título es revelador, Mi padre, y, más abajo, le añade una frase rotunda y esclarecedora: Homenaje a mi padre.

Aunque resulte obvio decirlo, todo arte que no promueva la vida es vano e inútil. El artista, por tanto, deberá despojarse de experiencias estéticas aprendidas y quedarse sólo ante el objeto interpretado. Es en ese momento cuando aparece el misterio: lograr que el tránsito de lo percibido al soporte genere una experiencia sublime, la misma que deberán percibir quiénes finalmente acaben contemplándolo. En el retrato que aquí comentamos aparece un hombre de aspecto formal, con la seriedad justa, proporcional a la madurez representada. Las gafas que lleva aparecen etéreas y sutiles, en contraste con el tono severo de la piel del rostro, que se manifiesta curtido y atezado. Una frente ancha y noble recibe un sol que le hace fruncir los ojos, posible defensa de quien puede pasar muchas horas bajo la luz de la costa meridional. El rostro transmite serenidad y entereza y el ángulo de inclinación del cráneo en relación al cuello denota una actitud entre la abstracción y la espera. Viendo esta obra no se puede dejar de percibir el gesto de amor del pintor que, con este retrato, pretende homenajear a su padre. Otro creador, esta vez un escritor, festejó la figura de su padre con palabras proverbiales, magníficas. Antonio Muñoz Molina, en su novela El viento de la luna, perfiló la siguiente frase: "Debería uno conservar siempre el recuerdo de la última vez que caminó de la mano de su padre."

Tanto Pepe Amodeo y yo animamos a Ángel de la Custodia a que siga proyectando en sus cuadros la misma mágica luz de Rota, los mismos cuerpos que hablan el lenguaje de los gestos y a continuar retratando expresiones, que no rostros. No será en balde y estará propiciando la memoria, oponiéndose al olvido.

CG / Pepe Amodeo

sábado, 14 de noviembre de 2009

Lo memorable

No todo lo que nos ocurre en la vida puede alcanzar la categoría de memorable -una de mis palabras preferidas-, que designa aquello que es digno de ser traído a la memoria, de ser rememorado. Y de evocación, podría añadirse.

Reconozco que siento una debilidad especial por el artículo que hoy traigo aquí, publicado en El País por Soledad Puértolas en octubre de 1992 y que se titula La insufrible suficiencia de algunos camareros. Le debo a dicho artículo no sólo que estimulase en mí la lectura del Libro del desasosiego, de Pessoa, escritor que ya conocía –fue Rolando Campos la primera persona que me habló, mediados los 80, de los heterónimos de este poeta-, sino por su peculiar interpretación de la extrañeza, propia y ajena, a veces vivida con especial dramatismo por quienes padecen en grado variable esa cualidad de la conducta llamada empatía. Pero nadie parece haberse parado a pensar que el empático puede sufrir. Como es una actitud que los psicólogos califican de inteligencia interpersonal, pues adelante, estas personas pueden aguantar sin inmutarse lo que se les eche. No voy a listar los agravios a los que a diario la Materia –al decir de Pessoa-nos somete. Volviendo de nuevo al Libro del desasosiego, en el capítulo 49, titulado /DIARIO AL ACASO/, escribe en el tercer párrafo: ¿Será que mi costumbre de colocarme en el alma de los demás me lleva a verme como me ven los demás, o me verían si se fijasen en mí? Y más adelante: Convivir con los otros es una tortura para mí. Y tengo a los otros en mí. Al final concluye: No tengo hacia donde huir, a no ser que huya de mí.

En el mismo día en que escribo este post leo en los periódicos que Soledad Puértolas disertó ayer en el Festival Eñe sobre Las enfermedades de los escritores. Seguro que habrá realizado una ponencia seria y rigurosa, y, por tanto, carente de patrones estadísticos. Estudiando las vidas de los escritores que les hayan servido para documentar la conferencia, le habrá valido más la empatía y la intuición que la retórica de los números. Y es que ya se sabe, para explicar este mundo están las mentiras, las grandes mentiras... y las estadísticas.

CG

Nota.- Soledad, gracias por haber escrito un artículo tan memorable como éste.

martes, 10 de noviembre de 2009

Fields of gold.- Eva Cassidy

Dicen que Sting lloró cuando la escuchó cantando este Fields of gold. No sé, pero no es difícil dejar que una lágrima -inconfensable y delatora-, busque nuestra mejilla al escuchar esta voz, tan mágica como sorprendente. Hoy ni siquiera hay firma, sólo vale escuchar y guardar silencio.

domingo, 25 de octubre de 2009

La noche

Lo que deshacemos durante el día, la noche lo reconstruye.

Las incógnitas que componen la noche sobrepasan las leyes que configuran cualquier ecuación jamás conjeturada. ¿A dónde va cada noche pasada? Se puede pensar que todo alba tiende un puente por el que esa noche, recién desaparecida, se funde de inmediato con las lejanas noches, originales y primigenias, en las que el Caos no se daba tregua a sí mismo, al tiempo que configuraba sueños perdurables, mitos arcaicos, leyes universales...

Lo que deshacemos durante el día, la noche lo reconstruye, como si de una segunda y particularísima ley de una inexistente termodinámica se tratase. Luces cautivas que rondan alrededor de las completas; heptasílabos que buscan manos que los inmortalicen; indómitas tinieblas que de continuo se debaten entre la razón y el odio; el rocío perfumado con el que cada noche las estrellas riegan los desiertos; fanales que solo guían al silencio, trasunto de la noche como el día lo es de la palabra; soledades perennes, arropadas por voluntariosos mantos de esperanzas; escenarios irreales donde dioses y humanos cruzan anhelos, pasiones y quimeras... Es la noche.

Hoy los relojes se vuelven más tiranos y adelantan la noche, que acaba de entrar con su paso mudo y taciturno, inundando el espacio con negruras admirables, soberbias, secretas.

Son las diecinueve y veinte. Un acogedor y tibio regazo se adivina en un futuro inmediato. Ya se nos ocurrirá qué le entregamos a cambio.

Pepe Amodeo

jueves, 15 de octubre de 2009

Sevilla, Damasco, Taormina...

Mañana se entregan los premios del IV Certamen Literario Apoloybaco. Pepe Amodeo y yo celebraremos todos los premios que concede, generosamente, esta asociación -a la que hemos visto crecer saliendo de la nada-, pero de una manera especial el de Poesía, que ha recaído en la poeta sevillana María Sanz. Hay pocos asiduos a este blog, pero a quienes se asoman al mismo con cierta frecuencia no les extrañará esta continua presencia, dado el interés que siempre hemos mostrado por divulgar, de manera modestísima, claro, los acontecimientos editoriales y los recientes éxitos de MS. (Veáse aquí y aquí),

Por razones que no vienen al caso hemos tenido acceso al poemario presentado a concurso. Diez poemas conteniendo diecinueve versos, exactos, en cada uno de ellos. La estructura de los poemas se asemeja a la silva clásica, es decir, heptasílabos y endecasílabos que riman de manera libre. Pero estas formalidades poéticas con las que se ven adornadas los poemas recogidos en La luz no usada –tal es el título del trabajo premiado-, con ser importantes, no son, a nuestro entender, el mayor merito. La ciudad, su ciudad, es decir, Sevilla, es la destinataria final de unos poemas que invitan al sosiego de la luz detenida en conventos, colegiatas y arrabales, pero también reivindicar la memoria de Axataf, ese entregador de la Sevilla musulmana al inefable Fernando III que ...sentía partir hacia su historia / jamás rendida, siempre / entregando unas llaves, / pero no la amargura de perderlas.

A diferencia del imaginario de Italo Calvino en Las ciudades invisibles, una gran colección de sueños poblados por arquetipos de urbes rotundas y magníficas, la que propone MS es una ciudad que proyecta escorzos imposibles (No ha subsistido, sólo/ compone la estatura / que se espera de tanta nombradía, / visión desde las bóvedas / reflejada en mecido campanario), portadas de templos que sustentan el recuerdo de una gubia imaginaria, o el anidamiento de los siglos sobre barbacanas y yesos medievales. La circunstancia es Sevilla, pero, en abstracción, podría estar hablando de Damasco, Florencia, Cádiz o Taormina. MS sabe que cada ciudad es un universo que tiene como pilares el transcurrir de los siglos y la luz inagotable, no siempre usada o registrada, que refleja y devuelve su arquitectura.

Es más que probable que el poemario sea parte de un libro más amplio, más extenso que ojalá veamos prontamente editado. Aguardando su aparición nos consolaremos con este poema, otra apuesta por su ciudad, en conmovedora clave mística.

LA CIUDAD

La ciudad que se eleva
en nombre de su cielo,
entre las espadañas
y el aire de sus torres;
la ciudad que se alumbra
con mármoles romanos,
con oros de las Indias
y de los palios místicos,
es la misma que me hunde
en sus atardeceres
lentos como una herida
sin cerrar; en sus noches
amargamente lentas,
como otra herida propia
de quien debe morir,
amándola, sin nadie
.

María Sanz.
Tanto vales, 1996

CG / Pepe Amodeo

jueves, 1 de octubre de 2009

Cine en Nueva York (New York Movie, 1939)

En la mayoría de los cuadros de Hopper sólo se observa una figura. La luz, los pocos objetos, o decorados, que rodean a esta figura componen casi siempre una instantánea, un tiempo suspendido previo a algún acontecer, intuido solamente por quien observa. Este cuadro, que se encuentra en el MoMA de Nueva York, fue pintado en 1939, hace ahora setenta años. En aquella época, incluso en años posteriores, acudir a una sesión de cine era hacer concesiones a un mundo mágico, irreal, un mundo para la introspección y la fantasía, donde no tenían cabida elementos ajenos a lo que transcurría en la pantalla. La acomodadora de esta pintura, rubia y esbelta, recibe una luz directa sobre cabellos y hombro desde el aplique de pared que queda por encima de su cabeza. Más arriba de la escalera se adivina un espacio mejor iluminado, ocluido por la distancia y el pliegue de las cortinas. La joven, en actitud de espera, parece meditar sobre algo, y su mirada se pierde en un punto indeterminado del suelo o de la sala de butacas. La mano derecha, al apoyarse sobre la mandíbula, refuerza la expresión ensimismada del rostro, mientras que la izquierda, además de hacer de soporte del codo, deja entrever una linterna. Viste un sobrio uniforme cuya linealidad se interrumpe cuando detenemos la mirada en sus pies, calzados con zapatos de tacón elevado y tiras, muy elegantes. Un esbozo de columna salomónica separa la escena de la obligada oscuridad de la sala de proyecciones, donde la luz turbia de los grises surgidos de la pantalla se ven neutralizados por el efecto anaranjado de los focos del pasillo. Tan solo un perfil masculino se insinua en la zona de los espectadores y no es en absoluto necesario adivinar cuál es la película que está siendo proyectada. La tiniebla que inunda el cuadro es circunstancial, no tenebrosa, y en ella se respira un fugaz reducto de solitud y recogimiento. El hechizo de la inmovilidad, del instante suspendido, que a menudo desfila ante nuestros ojos sin que sepamos atraparlo.

CG / Pepe Amodeo

martes, 22 de septiembre de 2009

El otoño. Luis Cernuda

Dentro de un par de horas entrará el otoño, la mejor de las estaciones, según Pepe Amodeo. Selecciono textos de Pessoa, José Hierro, Juan Lamillar, Benedetti. Al final me quedo con el capítulo dedicado a la estación que aparece en Ocnos, posiblemente la obra más relevante, en prosa poética, del escritor sevillano.

Encanto de tus otoños infantiles, seducción de una época del año que es la tuya, porque en ella has nacido.

La atmósfera del verano, densa hasta entonces, se aligeraba y adquiría una acuidad a través de la cual los sonidos eran casi dolorosos, punzando la carne como la espina de una flor.


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CG

viernes, 18 de septiembre de 2009

Bibliotecas públicas

Cuando yo tenía catorce años, allá por 1963, visité por primera vez la biblioteca pública de la ciudad en la que vivía. Creo recordar que estaba auspiciada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla, en la calle Rioja. La luminosidad de la sala de lectura, el silencio reverencial que se respiraba en el local y la impecable colocación de los libros en los anaqueles, hacían que el lugar tuviera un inusual atractivo para el niño que yo era entonces. En mayo del pasado año, Antonio Muñoz Molina escribió un memorable artículo sobre las bibliotecas públicas titulado De una biblioteca a otra. Si lo vuelvo a recordar aquí es porque, cambiando los escenarios –el de él en su Úbeda natal y el mío en el ya inexistente edificio de la calle Rioja-, suscribo cada línea, cada párrafo del artículo que apareció en Babelia, el suplemento cultural de El País.

Ahora acudo a otras bibliotecas de forma frecuente. Incluso cuando viajo, si me encuentro de manera casual con alguna biblioteca abierta, entro sin complejos para curiosear sus tablones de anuncios, comprobar las diferencias y similitudes que hay en ellas a la hora de mostrar las recomendaciones y novedades, los anuncios de los clubs de lectura. He podido hacerlo en León, Setúbal, Oviedo, Barcelona, Salamanca...

Hace unos días recordé ese poema de Bukowsky, The burning of the dream (El incendio de un sueño), sobre el incendio de la Biblioteca Pública de Los Ángeles, en 1986, el cual puede leerse al completo aquí. Sin embargo no puedo dejar pasar la ocasión de transcribir, directamente a este post, algunos de los versos del poema que más me conmovieron:

La vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
muy probablemente evitó
que me convirtiera en un
suicida,
un ladrón
de bancos,
un tipo
que pega a su mujer,
un carnicero o
un motorista de la policía
y, aunque reconozco que
puede que alguno sea estupendo,
gracias
a mi buena suerte
y al camino que tenía que recorrer,
aquella biblioteca estaba
allí cuando yo era
joven y buscaba
algo
a lo que aferrarme
y no parecía que hubiera
mucho.
Y cuando abrí el
periódico
y leí la noticia sobre el incendio
que había destruido la
biblioteca y la mayor parte de
lo que en ella había
le dije a mi
mujer: "yo solía pasar
horas y horas
allí ..."

Pepe Amodeo

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ladrón de Espadas (II)

Para leer Ladrón de Espadas, de León Asuero, no hay que ser un experto en metaliteratura, ni en novelas de acción y espionaje, ni estar al día de las lecciones literarias impartidas por las autoridades intelectuales del momento. Nada de eso. Pero si alguien se tiene a sí mismo por lector intrépido y singular y le atrae realizar un recorrido por la historiografía de espadas y de imperios perdidos, no tiene miedo a perderse por intrincados recorridos de ciudades como Londres y Sevilla, se muere por vivir experiencias junto a senegaleses semaforeros y a policías femeninas de rompe y rasga, retomar historias amorosas con marcados carácter adolescente y admite que es lícito divertirse con arquetipos de los que encontramos en los cómics de Tin Tin o de Corto Maltés, esta puede ser su novela.

Es el segundo trabajo de León Asuero que aparece en las librerías. En la primera novela, Las Congregadas del Vaso, ya nos mostró su capacidad para fusionar historias donde los protagonistas, al tiempo que eran usuarios de las nuevas tecnologías, acababan cayendo de bruces en el seno de sociedades secretas, incluidos el culto a remotas y ancestrales deidades de oscuro origen. La estrella de la nueva novela es ahora un personaje de nombre impronunciable, cuya tarjeta de identidad son los buenos sentimientos. León Asuero no es maniqueo, es que la vida en el universo de Ladrón de Espadas está animada y coloreada con las acuarelas de la narrativa clásica de todos los tiempos –los buenos son buenísimos y guapos y los malos, malísimos y feos-, a la vez que usa recursos originales para la crear la atmósfera del relato: no hay diferencia entre una copla de Rocío Jurado y un tema clásico de los Beatles; las canciones de Frank Sinatra tienen el mismo brillo que una cita culta en la que se nombra a Hildegarda von Bingen; los humillados y desposeídos de todas las épocas pretenden ser vengados por un héroe herido y anónimo del que conocemos sus acciones, aunque nada nos hable de su doloroso pasado; el lujo de hoteles londinenses se contrapone a las chucherías (no se me ocurre otra palabra), con que el protagonista obsequia a su amada...

Las continuas evocaciones a la manzanilla de Sanlúcar, a las cañas en las tascas sevillanas, a los altramuces, a las olivas, a la playa de Bolonia en Cádiz -lugar desde el que se cuenta la historia-, y, sobre todo, la acción alrededor de la espada de Fernando III el Santo, pueden hacer que la obra sea excesivamente localista. No obstante, valores como el altruismo, la ayuda desinteresada, las ONGs o los amores platónicos con final feliz, trufan una divertida historia de atrevidos soñadores, que, para colmo, son personas de bien.

Thriller en el primer trabajo, comedia en el segundo. Dos registros prometedores para este novel escritor sevillano. Ya nos confirmará por cuál de ellos se decanta.

CG / Pepe Amodeo

martes, 1 de septiembre de 2009

En algún lugar un sueño

... pero una cosa, o un número infinito de cosas,
muere en cada agonía, salvo que exista una memoria
del universo, como han conjeturado los teósofos.
El testigo, Jorge Luis Borges

Khedar Ahmed no lo sabe aún, pero son los últimos momentos que le quedan para contemplar su ejemplar del Corán que duerme bajo su casaca o de acariciar el kalashnikov que le acompaña desde que tenía diez años, aunque ahora el arma lleva muchos meses en completo silencio. Los mismos que hace que conoció a Abú Azra, un talibán que le musitó Sólo Alá es victorioso de una manera que no había oído nunca. Aquel maestro le salvaría el alma mientras saboreaba los assúras del Libro de los Libros como si fueran los dulces que había probado una única vez en sus cincuenta años. En un barrio periférico de Qunduz va a ser encañonado por Bill Sloane, un marine burdo e ignorante que le arrebatará los dos únicos objetos de valor que va a poseer en toda su vida. El americano pesa ciento veinte kilos y no llegan a diez las horas que ha invertido en toda su vida en leer cualquier tipo de texto, incluidos los rótulos de las autopistas. Naturalmente fue la pesadilla durante varios cursos escolares en una escuela pública para Patrick McMahon, buen maestro y mejor hombre de origen irlandés, que nació en Maine en el seno de una familia librepensadora que tenían como tradición llevar flores, al menos una vez al año, a la tumba de H. D. Thoureau, el filósofo rebelde enterrado en Concorde que se negó a pagarle impuestos a un gobierno que le tenía declarada la guerra a los pieles rojas. El padre del maestro, Horace McMahon, socialista, masón y romántico, murió en Brunete en 1937, formando parte de la IX Brigada Internacional que luchó en la contienda civil española del lado del gobierno republicano. Nadie lo sabe, pero al americano lo incluyó en la lista de bajas del parte diario de guerra un linotipista, Sabino Beltrán Arrabales, que acaba de expirar, absolutamente solo, en una residencia de pensionistas en Brihuega. Su hijo, Vicente Beltrán Peña, un emigrante prejubilado en Alemania, tardará mucho en enterarse: hace dos meses que abandonó su hogar, cuando se dio cuenta, en el mismo día, que su hijo era un neonazi que se avergonzaba de su apellido y que su mujer le había estado engañando durante años con el jefe de su antigua empresa. Ahora vive en Dresde, en una habitación limpia e iluminada que le ha alquilado Natia Radisj, una anciana turca que no le ha hecho demasiadas preguntas porque desde el primer momento le ha recordado al primer y único hombre que hubo en su vida, Simón Benabidesh, el ingeniero judío que la enamoró en Smirna, en una playa del mar Egeo cuyo nombre ha olvidado, con el que mantuvo varios meses una relación apasionada y prohibida. El judío sefardita la abandonó para viajar hasta Belo Horizonte, en Brasil. En la madurez, rico y triunfador, tratando de valerse de los poderes que siempre le atribuyó a la Cábala, se arruinó en dos noches seguidas de incontables apuestas al 33, en su doble variedad de impar y rojo. Tuvo tres hijos, y en este preciso instante un nieto suyo al que algunos llaman Ferreiro, dormita intranquilo en una favela miserable en las afueras de Río. Es un niño de edad incierta que bien podía haberle servido de modelo a Sebastiáo Salgado, el fotógrafo de los desheredados. Vive de la basura en uno de muladares de la ciudad y hace un par de días que rescató del fondo de la inmundicia un reloj que él adivina que es de oro. La joya, envuelta en su estuche, estaba dentro de un vaso de plástico y apareció cuando destripó un saco que contenía los desechos de un vuelo internacional procedente de Holanda. A Ferreiro le asalta la duda sobre cómo tiene que convertir el hallazgo en simple dinero. De momento ninguna de las personas que lo acompañan debe saberlo: de lo contrario corre el peligro de que cualquiera de ellos acabe rebanándole el cuello para robárselo. La azafata holandesa, la misma que extravió el Cartier mientras vendía objetos de lujo y servía champán a los viajeros del Bussines Class del vuelo 847 entre Amsterdam y Río de Janeiro, se llama Danika Rotier. Está recibiendo la carta de despido de la compañía KLM como sanción a la pérdida, por lo que no solo no cobrará nada, sino que tendrá que devolver, a una aerolínea que gana miles de millones, varios miles de florines, perdiendo los pocos ahorros que reservaba para ampliar sus estudios de arte. Dos plantas más arriba de donde ella seca sus lágrimas se encuentra el ordenador que ha decidido que a Danika la sustituirá Keno Mitsusio, una japonesa residente en Rotterdam que habla cinco idiomas y cuyo padre, Akira Aso, ha invertido casi toda su vida en escribir un poema de una sola línea que le cambia la vida a toda aquella persona que lo lee. Lo culminó el último invierno que pasó en Hokkaido, mientras contemplaba los impolutos calcetines blancos de un monje que dirigía una ceremonia sintoísta. Una poderosa agente literaria india, con oficina en Kuala Lumpur, acaba de perfilar una estratagema legal por la que el autor japonés recibirá infinitos honores, pero todo el dinero que genere la publicación del poema irá a parar a su bolsillo. Sisnaá Ammurati, que así se llama la agente literaria, es hija de una intocable sexagenaria a la que le está curando las úlceras de las piernas Martha Jaunot, una enfermera canadiense que trabaja en Madrás en una misión humanitaria. Se trasladó allí huyendo de la locura que la acechaba en su solitaria casa de los alrededores de Edmonton, Alberta. La marcha hacia la purificación por el horror se la había recomendado su psicoanalista, tras una sesión en la que le confesó que llevaba un año en el que sólo conciliaba el sueño si vestía para dormir el pijama de su marido, muerto en accidente de tráfico. El terapeuta es un enemigo de la escuela freudiana y se llama Joao Tomé. Es mozambiqueño y desde Canadá mantiene correspondencia electrónica habitual con un natural de la Martinica, al que conoció en una tertulia literaria vía Internet. El isleño, que ha bebido largamente de los textos de Helena Blavatsky y de Gustav Meyrink, se acaba de levantar y teclea en su ordenador una interminable e inconexa historia de individuos unidos por la mera condición de ser sujetos planetarios. Lo que este hombre no sabe es que muy lejos de allí, a los pies del monolito Uluru, o Ayers Rock, en territorio australiano, un aborigen anodino y anónimo sueña las ideas que seguidamente él vuelca en sus escritos, y que, este soñador, ocupa el lugar correspondiente a una desdeñable neurona del supuesto cerebro de un conjugador magnífico de cielos e infiernos al que algunos, todavía, lo invocan llamándole Dios.

Pepe Amodeo
Diciembre, 2001

sábado, 15 de agosto de 2009

Las uvas de la ira

Me hubiera gustado comenzar diciendo que estoy releyendo Las uvas de la ira, de John Steinbeck, pero no puedo hacerlo: debo confesar, con cierto rubor, que hace un par de días he comenzado a leer la novela del autor de Tortilla Flat y de Of mice and men. Finalmente, más tarde que temprano, alcanzo a realizar una lectura varias veces pospuesta.

Creo que no hay otro escritor moderno que sea tan visual como Steinbeck: Hedy Lamarr, John Garfield, Spencer Tracy, Henry Fonda, John Carradine, James Dean y Julie Harris, interpretaron en la gran pantalla algunos personajes inolvidables de la historia del cine, basados en novelas y creaciones de dicho novelista. Pero si hay una autora cuyos trabajos hayan alcanzado la categoría de iconos gráficos en el contexto de la Gran Depresión esa es Dorotea Lange, la fotógrafa autora de la portada del libro, la misma que fotografió aquella Madre Inmigrante que lleva décadas simbolizando el desamparo y el desarraigo de las miles de personas que, en aquellos años de acero, poblaban las aldeas, caminos y carreteras estadounidenses.

Propongo un recorrido por la foto de portada de la edición de Alianza Editorial, reimpresión de 2007: los tres planos de la imagen refuerzan la línea de fuga conformada por la carretera. La niña del primer carrito, con la cara vuelta, observa lo que parece ser un pequeño punto kilométrico situado casi al borde del asfalto, distinguiéndose un rostro grácil, que, a su vez, centra el resto de la composición. La otra niña parece que camina descalza, en contraposición con las gruesas y austeras medias de hilo que viste la mujer. Todo es movimiento y decisión, comenzando por la actitud resuelta e inequívoca del padre: austeridad en el vestir, pantalones con vueltas y zapatos polvorientos. La nitidez sobre la escala de grises es total y la horizontalidad del plano queda definida, además de por la regularidad del fondo paisajístico, por la tres cabezas de las figuras de mayor edad, equilibrando la diagonal izquierda-derecha.

Viendo este tipo de fotos es imposible no pensar en Comala, en Macondo, en Yoknapatawpha -incluso en las españolas Región y Mágina-, tierras imaginarias donde paisanaje y paisaje quedan confundidos, imbricados entre sí por una afinidad extrema.

La lectura de Las Uvas..., está significando en estos días un saludable interruptus de otra de mis lecturas estivales: la trilogía Millenium, de Stieg Larsson. A pesar de la sobriedad de la novela, sé que acabaré enamorándome de Tom Joad, del Predicador Jim Casy, de Madre Joad. En esta historia no resulta raro que los protagonistas se coman un conejo casi crudo en medio de un Oklahoma desolado y polvoriento, un espacio y un tiempo donde la palabra Ikea era una entelequia y pronunciar el vocablo Ford era sinónimo de amenaza en forma de tractor. No obstante, ya encontraré razones para acabar amando a estos personajes... Y serán muchas, ya lo creo que sí.

CG

lunes, 27 de julio de 2009

Sin una mirada


Conozco la razón por traer a estas páginas aquellos acontecimientos que cumplen años, pero siempre negaré que lo haga por nostalgia. En este caso son sesenta los años que lleva exhibiéndose El tercer hombre, la gran película que Carol Reed dirigió en 1949. Está claro que a estas alturas no voy a descubrir los secretos de iluminación usados para filmar en los interiores de la cloacas de Viena, ni a desvelar quién eligió a Antón Karas -y a su cítara-, para crear una melodía de evidente poder sinestésico. Tampoco entraré en el viejo dilema de si Graham Greene escribió primero la novela y luego hizo el guión, o viceversa. Toda la película rezuma interés, interpretaciones, simbología, guiños y ... dudas. Pero hay una escena, la final, que todavía hoy me deja perplejo: Alida Valli/Anna Schmidt, la fiel novia del canalla Orson Wells/Harry Lime viniendo sola desde el final del cementerio. Tiene que sobrepasar a Joseph Cottens/Rollo Martins y cualquiera puede pensar que cruzarán, al menos, unas palabras. Nada. Ignorancia. Displicencia. Desprecio.



En esta tarde de verano atroz, de calor impío, me he dedicado a interrogar el rostro y la actitud de la huidiza Alida/Ana, aquella a la que todos salvan de caer en manos de los rusos, y cometeré la osadía de traducir e interpretar el arrogante silencio de la mujer, sabiendo de antemano que me equivoco:

... quién eres tú, quién eres para presentarte aquí creyéndote que eres amigo de Harry, si ni siquiera sabes tratar a un gato, si no sabes beber ni sabes mirar con la inocencia de Harry, si sólo sabes escribir novelas del Oeste, si hasta el mayor Calloway, al que odio -estos militares policias o son deshonestos o son imbéciles-, está deseando que desaparezcas, tu conferencia fue un desastre porque no eres nadie, Rollo Martins, si es que vas de buen muchacho por el mundo, so idiota, si es que no entiendes nada al pretender suplantar en mi alma a Harry... piérdete de mi vista Rollo Martins, piérdete...

Pepe Amodeo

jueves, 16 de julio de 2009

Estar en la Luna

La imagen de la izquierda es real, aunque no sé si pertenece al cohete Saturno V, que, partiendo de la plataforma LC 39A, impulsó a los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins, del programa Apolo, primero a la órbita y luego a la superficie de la Luna. No sé a ustedes, pero tanto a Pepe Amodeo como a mí, nos gusta más la segunda imagen, por lo sugestiva y atrayente.

Tal día como hoy, pero de hace cuarenta años (de casi todo hace ya cuarenta años, como le oí decir a Nativel Preciado hace poco), se produjo el acontecimiento que científicos, hombres de ciencia, novelistas, pensadores, líderes religiosos, filósofos, poetas y visionarios de todas las épocas habían planteado en alguna ocasión: ¿se puede ir a la luna y después volver? La frase tan imposible como alcanzar la luna perdió el retórico y peyorativo siginificado que siempre tuvo y, aunque se sigue usando, a partir de aquel 21 de de Julio de 1969 dejó de tener la fuerza que la caracterizaba.

¿Y como ha sido tratada la cuestión por el cine, otro de los grandes inventos del siglo XX? Tras los hermanos Lumiere llegó Georges Méliès, que en 1902 rodó El viaje a la Luna, valiéndose de los argumentos de Julio Verne y de Herbert George Wells. Una remake de esta obra fue realizada en 1908 por Segundo de Chomón, realizador turolense afincado en Francia (pinchar aquí para ver el vídeo de Youtube).

En el periodo de entreguerras, en 1929, Fritz Lang envía una mujer a la luna (Frau im Mond), y en 1950, Irving Pichel estrena Destination Moon, modesto producto que recurre a la posibilidad científica de alcanzar el satélite. En 1954, esta vez en formato de álbum, Tintin aluniza acompañado del profesor Tornasol, el capitan Haddock, Milú y los inefables Hernández y Fernández. Aquello estuvo muy concurrido y el cohete que imaginó Hergé resulta, aún hoy, casí una réplica de los tristemente famosos V2 alemanes.

En 1968 Stanley Kubrick estrena 2001, Una odisea espacial, un film serio con final metafísico.

Quizás algún día las películas como Star City, When we leaft hearth, Elegidos para la gloria o Capricornio Uno (farsa sobre un viaje a Marte), incluso El astronauta (Tony Leblanc en el reparto), se ganen nuestra admiración de la misma manera que lo hicieron los primitivos Méliès o Chomón, tan tiernos e inocentes ellos.

Este post es nuestro pequeño homenaje a los sueños: los colectivos y los individuales, y no nos preocupa en absoluto que el hombre haya llegado, o aún no, a la Luna. Lo importante es la partida, el viaje, y, si es posible, recordarlo. Lo demás carece de importancia.

Pepe Amodeo / CG

lunes, 29 de junio de 2009

Cerrado por vacaciones

Pepe Amodeo ha dejado de dirigirme la palabra. Está soliviantado porque me marcho unos días de tradicional veraneo, de los de hamaca y playa. En respuesta a su indiferencia, cercana al agravio, trato de apuntarle las claves de acceso al blog para que haga algunas entrada. Nada, todo es en vano. Insiste en que he caído muy bajo. De nada sirve el reciente paseo por la Garrotxa, la visita al Museo Gala-Dalí de Figueras, el homenaje gastronómico que nuestros estómagos recibieron en L´esponellá, en Can Roca, donde hacía parada y fonda aquel Josep Pla de Vida de Manolo contada por él mismo, el breve paseo al Barrio Judío de Gerona, cruzando los mismos puentes donde Ariadna Gil rodó algunas escenas de Soldados de Salamina, y el final de luz y color de la Boquería, del barrio gótico barcelonés y de la Iglesia de Santa María del Mar...
A punto de perder toda esperanza, me deja caer un folio en el que reconozco un antiguo poema suyo, alusivo a Brahms, mascullando algo así como:

-Al menos haz algo con esto.

Memorizo y recuerdo lo insoportable que se puso este Pepe Amodeo hace más de treinta años, cuando recibió de regalo un disco de vinilo con la Tercera Sinfonía. Se ponía al lado del giradiscos y repetía el Poco Allegretto una y otra vez. No diré que acabara odiando la pieza, pero el disco fue perdiendo lentamente la poca calidad que tenía. Mas tarde nunca le ofrecí el acceso a una copia digital. La conclusión es sencilla, ¿no?

Mientras transcribo el poema parece arrepentirse. Dice que es un mal trabajo, y que, como ha expresado Joan Margarit, “un mal poema nunca es inocente”. Le doy la razón. A Margarit, claro. Pero ahora el teclado es mío, así que entre el silencio y la crítica severa y demoledora elijo la última opción. No es la mejor, pero es la mía.

Hasta el mes de Agosto.

CG

CONTRA sombras

Tercera Sinfonía, tercer movimiento. Poco allegretto
J. Brahms

La cita es siempre al atardecer,
frente al espejo repleto
de escondidos recuerdos.

Allí él esboza silueta
e insinúa una única
y enigmática sonrisa:
me invita a navegar
por los mensajes perdidos en la melodía,
Insalvables las dudas del que, estando
Solo, solo se sumerge en abismales mares;

y allí los sueños,
con notas volcadas a partituras
imposibles, escaladas con negras figuras,
huellas espaciadas de cuanto he perdido.

Entonces juego a adivinar
la vaporosa presencia de Clara,
perdida la esperanza de encontrar
el ángulo, el aleph, desde
el que la observara su Roberto.

Cada tarde, pacto de sombras.

Pepe Amodeo





Para escuchar el tema entero se puede acceder al siguiente enlace de YouTube:
http://www.youtube.com/watch?v=ejOTIAf-giM

viernes, 26 de junio de 2009

Bajo las arenas del tiempo

Es verano y el calor se torna armadura invisible, dejándonos torpes y lentos de movimientos, cuando no absolutamente paralizados. Todo se vuelve denso y pesado y el futuro, como si de un bazar de todo a cien se tratara, ofrece imágenes prometedoras y de ensueño. Inoculadas por métodos ensayados hasta la saciedad en los laboratorios de los sociólogos y psicólogos de lo audiovisual, el filón ya no da más de sí, y ya no hay quien se crea un mundo convertido en un infinito Caribe con Todo Incluido. La falta de introspección y el continuo falseo de lo real con el que hemos pactado, insiste en mostrarnos un sol de ensueño que templa doradas y somnolientas arenas. Y entonces te topas con una foto como ésta. El tiempo muestra sus alas más siniestras y sirve para que te interrogues sobre si los deberes colectivos se están haciendo de manera correcta.

Se hace llamar Satzeke y en Panoramio, pinchando aquí, se pueden ver otras fotos del mismo autor.

Tanto CG como yo nos hemos quedado impresionados por el impacto que causa la imagen, situada en las siguientes coordenadas: latitud, 37°23'8.39"N y longitud, 5°59'28.04"O. Siempre sin salir de Google Earth, claro.

Felicidades, Satzeke, por tan notable trabajo.

CG / Pepe Amodeo

lunes, 1 de junio de 2009

Junio

Junio, a pesar de tener fonética masculina, suena a diosa. Su sombra suele ser fresca y el verano es una promesa de los cielos que acudirá puntual a su cita. No tiene rigores y nuestro tiempo discurre somnoliento, intuyendo que nos sucederán grandes naderías o pequeños cataclismos. Junio, agrícola y académico, de prolongadas noches de San Juan y de incombustibles días.

Le digo a Pepe Amodeo que encuentre luminosos versos dedicado a Junio de entre nuestros amigos. Y los encuentra, vaya si los encuentra. Una vez más viene de la mano de María Sanz, esa mujer, esa ciudadana del decir poético universal, inconmovible a las modas y a las tribus, ... Ni la soledad ni la independencia son para ella bagajes pesados, ni cargas con las que pasar factura, sino más bien destino y viaje en sí mismos.

JUNIO

Y llegará el verano.

Yo sé que va a llegar,

con su espejismo

de nieve atravesando mis desiertos.

Será un verano umbroso,

con sol agonizante,

cuyos rayos

abrazarán la antigua

figura de quien tuvo

vientos para azotar múltiples alas,

pero que se estremece

al ver su tempestad a ras de tierra.

Verano

más cerca de la vida

que del tiempo.

¿Habrá espigas que doren su llegada?

Maria Sanz

Junio pertenece al poemario Aquí quema la niebla, y fue premio Carmen Conde de Poesía en 1986. Fue editado por la Editorial Torremozas.

CG / Pepe Amodeo

viernes, 22 de mayo de 2009

Borges, 1969

En 1919, en sus primeros viajes a España, Jorge Luis Borges reconocía a Rafael Cansinos-Assens como su maestro. Nunca sabremos qué fue lo que llevó al escritor argentino a semejante acto de reconocimiento, si la observación de cómo manejaba Cansinos a sus huestes del Café Colonial, o que quedara prendado al oir al escritor sevillano decir que podía saludar a las estrellas en trece idiomas. Lo cierto es que el pupilo le fue fiel al maestro. No hay más que recordar el revuelo que se originó en una de las muchas vistas que Borges realizo en España (varias, desde 1960), promocionando en sus intervenciones la grandeza del autor de El Candelabro de los Siete Brazos. Casi nadie sabía a quién se refería, y hubo que tirar de archivos y de algunos expertos para recuperar a un Cansinos Assens que había malvivido de sesudas traducciones de Goethe y otros clásicos, maldecido por el regimen franquista como judío.

Corre el año 1969 cuando Jorge Luis Borges edita Elogio de la sombras. Con idéntica combinación de palabras intitula uno de los poemas incluidos en el libro, que es el que CG me ha encargado colocar a continuación. Él conocerá los motivos...


Pepe Amodeo

ELOGIO DE LA SOMBRA

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)

puede ser el tiempo de nuestra dicha.

El animal ha muerto o casi ha muerto.

Quedan el hombre y su alma.

Vivo entre formas luminosas y vagas

que no son aún la tiniebla.

Buenos Aires,

que antes se desgarraba en arrabales

hacia la llanura incesante,

ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,

las borrosas calles del Once

y las precarias casas viejas

que aún llamamos el Sur.

Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;

Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;

el tiempo ha sido mi Demócrito.

Esta penumbra es lenta y no duele;

fluye por un manso declive

y se parece a la eternidad.

Mis amigos no tienen cara,

las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,

las esquinas pueden ser otras,

no hay letras en las páginas de los libros.

Todo esto debería atemorizarme,

pero es una dulzura, un regreso.

De las generaciones de los textos que hay en la tierra

sólo habré leído unos pocos,

los que sigo leyendo en la memoria,

leyendo y transformando.

Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,

convergen los caminos que me han traído

a mi secreto centro.

Esos caminos fueron ecos y pasos,

mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,

días y noches,entresueños y sueños,

cada ínfimo instante del ayer

y de los ayeres del mundo,

la firme espada del danés y la luna del persa,

los actos de los muertos,

el compartido amor, las palabras,

Emerson y la nieve y tantas cosas.

Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,

a mi álgebra y mi clave,

a mi espejo.

Pronto sabré quién soy.

Jorge Luis Borges, 1969

jueves, 21 de mayo de 2009

Benedetti y su testamento

En la radio no explican cómo llego el papel a Miguel Ángel Solá, actor argentino, que lee aquí el testamento de nuestro querídisimo Mario Benedetti, a quien Antonio Gamoneda le niega el pan y la sal, mientras que CG y yo le damos nuestra humilde cocina, nuestros modestos manteles y unas pocas botellas de vino. Todo lo que tenemos, vaya.

Para volar, pulsar aquí.

Pepe Amodeo

viernes, 15 de mayo de 2009

El gato de Ierápetra...

... y el de Torcello.

La sombra que cada uno proyecta podría confundirlos. El tipo de pelo podría tener similar carga genética, y del carácter de ambos no llegué a saber nada: tan breves fueron los segundos que me mantuve al lado de cada uno de ellos...

Una de las fotos está tomada en la ciudad de Ierápetra, en zona portuaria, frente al mar de Libia. La ciudad más al Sur de toda Europa: así reza una publicidad recurrente y machacona. Mi percepción es que el sur de Creta está menos desbastado y es más agreste que la ribera norte, donde las civilizaciones cicládicas, atenienses, venecianas y turcas han suavizado los perfiles costeros.

El gato de la otra foto reside en la isla de Torcello. Asentamiento inicial de los venecianos primitivos, da testimonio de ello la Chiesa di Santa Fosca, de un encantador y subyugante estilo veneciano-bizantino.

He olvidado el rostro de los camareros, las expresiones de los patrones de los vaporetos que nos trasladaron entre las islas, la sensación de calor húmedo de los dos sitios... Y sin embargo no me he resistido a recoger de manera gráfica a estos dos felinos. Decididamente, en sólo unos meses, me he vuelto mayor, muy mayor.

Pepe Amodeo

jueves, 14 de mayo de 2009

María Sanz firmará mañana en la Feria del Libro

Mañana, día 14 de Mayo, entre las 19 y las 20 horas, firmará María Sanz ejemplares de su último poemario, Hypnos en la ventana, XVI Premio de Poesía Ciudad de Badajoz. Será en el stand de la Casa del Libro.

Creo que no tendré que insistirle mucho a CG para que asistamos a la cita. O al menos eso creo.

Pepe Amodeo

Feria del Libro de Sevilla

Poco más se puede decir...

Que desde hoy empiezo a convencer a CG para que vayamos por allí tanto como sea posible. Desde luego el lunes, día 18 de Mayo, a las 21 horas, procuraremos no faltar a la cita que tenemos con los amigos de ApoloyBaco, a los que tanto le debemos... Me parece a mí.

Pepe Amodeo

martes, 12 de mayo de 2009

Ni olvido ni desmemoria: Todo Paracuellos

Con dos años de retraso me hago con la recopilación de Todo Paracuellos, una magnífica idea de la editorial DeBolsillo (Random House Mondadori), que ha recopilado los seis álbumes publicados por Carlos Giménez, entre 1977 y 2003, sobre los hogares de la Obra Nacional de Auxilio Social.

En los años 40 y 50 España no era sólo un lugar feo, feísimo. Era también un lugar terrible. Y el terror lo contaminaba todo: los maestros le pegaban a los alumnos; los cabos le soltaban bofetadas a los reclutas; dentro de las casas, algunos padres golpeaban y humillaban a los hijos. El débil tenía la culpa. ¿Y qué decir de los manicomios o de cualquier internado? En la calle, los niños se apalizaban unos a otros y no era digno de pertenecer a la banda el que se negaba a ir de pedrea contra los que jugaban dos calles más abajo. Son palabras del propio Carlos Giménez para describir parte de la vida de aquella España mezquina y miserable.

Este autor de historietas justifica su obra con la veracidad de las mismas, pero a servidor (así era como a los niños de nuestra época, en aquellos años de hierro, le obligaban a identificarse mientras el profesor pasaba lista), le basta contemplar la mirada de arriba para darle talla sentimental, política y sociológica a estos tebeos, sublimes en sí mismos, hasta alcanzar la categoría de novela visual. Me parece a mí.

Pepe Amodeo

viernes, 8 de mayo de 2009

Ladrón de Espadas

Reconozco que desde que leí la trilogía Tu rostro mañana, de Javier Marías, la espada volvió a tener para mí un significado contradictorio. Objeto bello donde los haya a través de la historia, hermana mayor del cuchillo, borgiano y pampero, se vuelve al mismo tiempo instrumento perverso y vil. No hay más que recordar la función de la vizcaína, esa espada, corta y traicionera, que buscaba el costado débil y desprotegido del rival, según se ha ocupado de recordarnos Pérez-Reverte.

Ahora, tanto CG como yo, estamos esperando la aparición de Ladrón de Espadas, de León Asuero, el cual nos dejó, en Las Congregadas del Vaso, el acceso a los inframundos del pasado, sabiamente conectados con una vibrante historia del presente.

Los que disfrutamos de aquella primera historia esperamos la aparición de esta segunda novela de León Asuero, sabiendo de antemano que no vamos a ser defraudados.

Pepe Amodeo

miércoles, 22 de abril de 2009

De libros y lecturas

A Pepe Amodeo le regalaron el pasado mes de febrero un ejemplar de Don Quijote de la Mancha. No responde a mis preguntas, ni a mis saludos: se pone a leer la obra, apenas sale sol y dice que no está para nadie. Del mismo modo ha dejado de plantearme sus dudas existenciales, centradas últimamente en la fidelidad, a raiz del artículo de Arcadi Espada del domingo 29 de marzo -libro de Douglas R. Hofstadter y video de Punset al que nos llevó el primero-.

Le planteo que cómo celebraremos este día del libro y me hace una higa. No estoy acostumbrado a este Pepe Amodeo maleducado y barriobajero, por lo que tomo una determinación y me decido por dos vínculos: en el primero vuelvo a don Arcadi, el cual asegura que no estamos ante la muerte del libro, sino ante su resurrección. Para el segundo vínculo elijo a la mejor cabeza pensante de este país en cuanto a teoría de la edición y de la comunicación. Me refiero al señor Gómez Millán, que el pasado 13 de abril en Leer sin papel rescata una obra de Octave Uzanne, en la que se argumentaba sobre qué sería aquello que iba a terminar con la lectura en papel: ni más ni menos que la grabación fonográfica... en 1894.

Pero yo quiero homenajear a los que le hicieron el regalo a Pepe Amodeo, así que a la manera en que los primitivos practicantes de la bibliomancia hacían con La Eneida, de Virgilio, abro el Quijote al azar, resultando que aparece el capítulo XVIII:

DE LO QUE SUCEDIÓ A DON QUIJOTE EN EL CASTILLO O CASA DEL CABALLERO DEL VERDE GABÁN, CON OTRAS COSAS EXTRAVAGANTES.

Halló Don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega en el patio; la cueva en el portal y muchas tinajas a la redonda, que por ser del Toboso le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea. Y suspirando y sin mirar lo que decía ni delante de quién estaba, dijo:

-¡Oh, dulces prendas por mi mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería! ¡Oh, tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda, causa de mi mayor amargura!

Oyóle decir esto el estudainte poeta, hijo de don Diego, que con su madre había salido a recibirle, y madre e hijo quedaron suspensos de ver la extraña figura de Don Quijote; el cual, apeándose de Rocinante, fué con mucha cortesía a pedirle las manos para besarlas, y don Diego dijo:

-Recibid, señora, con vuestro sólito agrado al señor Don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo.

(...)Entraron a Don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona a lo estuadiantil, sin almidón y sin randas; los borceguíes eran datilados y encerados los zapatos . Ciñose su buena espada, que pendía de un tahalí de lobos marinos, que es opinión que muchos años estuvo enfermo de los riñones (sic), cubrióse un herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo, con cinco calderos o seis de agua, que en la cantidad de los calderos hay alguna diferencia, se lavó la cabeza y rostro, y todavía se quedó el agua de color del suero, merced a la golosina de Sancho y a la compra de sus negros requesones que tan blanco pusieron a su amo. Con los referidos atavíos y con gentil donaire y gallardía salió Don Quijote a otra sala, donde el estudiante le estaba esperando...

El agua color de suero... Creo que no debo esperar más para pasar al baño...

CG

jueves, 9 de abril de 2009

Las palabras.


Poema de Antonio Mesa.

De manera espontánea, sin premisas, sin mediar petición alguna, Antonio me enseña una octavilla -palabra de indómito recuerdo-, donde ha escrito el siguiente poema:

Las palabras
vienen de un silencio
antes presentido.

Como si fueran
trozos desgarrados
de una idea.

Fluyen ante nosotros,
inconscientes
de su fuerza,
para transmitir
parte de lo que somos,
o el sueño de haber sido.

Le debo, le debemos, a este Antonio Mesa el gusto por una poesía en la que lo cotidiano se mezcla con lo sublime. Desde aquí reiteramos -me refiero a Pepe Amodeo y a mi mismo-, que Antonio puede entrar en esta casa cuando guste: con personas que tienen esta escritura siempre será un placer.

Un abrazo, Antonio.

CG / Pepe Amodeo

jueves, 26 de marzo de 2009

Theremín, la música que no se toca

Es casi de madrugada. Arranco el coche y conecto Radio 3. Es una hora dispersa, verano, así que la programación no existe: reemiten Diálogos 3, el programa que lleva años dirigiendo Ramón Trecet a las 3 de la tarde, cuando aún faltaba mucho para que estallase su ruptura con RNE.

Con voz inconfundible y en un inglés no del todo fluido pero convincente, entrevista a Pamelia Kurstin, thereminista. Me digo que debo investigar sobre este instrumento, que suena de forma etérea, mezcla de chello y voz humana impostada, irreal.

Cinco o seis años después, a través de las puntuales entradas que recibo del Blog de Libros y Bitios de José Antonio Millán (por cierto, felicidades por alcanzar el post número 1000), conozco la existencia de Google Patents. Tras investigar y conocer quién y qué fue Lev Sergeyevich Termen, Léon Theremin cuando afrancesó su nombre, tuve la idea de buscar la patente del instrumento, encontrándola aquí. En un principio, cómo no, este instrumento se llamó eterófono, título, a mi parecer, bastante más acertado que el de theremín.

He seleccionado dos intérpretes, ambas consumadas thereministas. La primera es Clara Rockmore, interpretando The Swan, de Camille Saint-Saëns. Y la segunda es Pamelia Kurstin, con una alegría contagiosa, interpretando Autumn Leaves.

Espero que disfruten de las dos.

CG



Esta niña...

...dejó perplejos a unas decenas de asistentes a un congreso medioambiental en Río de Janeiro. Se llama Severn Cullis-Suzuki, y con doce años protagonizó este discurso:

Ahora, a punto de cumplir los 30, se gana la vida como bióloga, ecóloga y activista ambiental.

Pues eso, seguiremos dándole la razón, pero continuaremos con nuestras duchas diarias larguiiiisimas, dejando la calefacción puesta sin necesidad, en el verano seremos incapaces de soportar un poco de calor, gastando bolsas de plástico en los supermercados, etcétera, etcétera, ... En resumen, gastando mucho más de lo que producimos. Que se aprieten el cinturon otros. A nosotros no nos hace ninguna falta.

CG

viernes, 20 de marzo de 2009

Josep Pla, 90 años de El quadern gris

Por fin me decido a tomar El quadern gris, de Josep Pla como libro de cabecera para unas cuantas noches. Llevo demorándolo años y años. Comienzo su lectura y no me sorprende. Siempre supe, mejor dicho, intuí, que la prosa del escritor -lúcido observador y sagaz crítico, cuya socarronería mediterránea y ampurdanesa le hicieron tan famoso-, iluminaría algo tan gris como el famoso dietario donde fue escrito.

Mañana se cumplen noventa años del siguiente apunte:

21 de marzo.- Inicio de la primavera. Biblioteca. Mientras traduzco a Renard pienso que es más importante dominar un oficio cualquiera que poseer una curiosidad dilatada, vastísima. La curiosidad se puede improvisar; un oficio no. La curiosidad es superficialmente agradable pero deja un cierto vacío amargo por dentro. Un oficio es monótono y pesado pero tiene momentos de una gran voluptuosidad fascinante que compensa de la monotonía.

Un hombre equilibrado debe ser aquel que, mirado por un lado, presenta unas cualidades y, mirado por el lado opuesto, unos defectos.

De todos los anuncios que he visto en Barcelona -y los hay muy bonitos- el que por su vaguedad me ha impresionado más es éste: "Primeras Comuniones, de 6 a 8". Otro anuncio: "El Considerado". ¡Qué perfume tiene de barcelonismo!

En el Journal d´un poete de Alfred de Vigny, hay una frase en cursiva. Ésta: "L´esperance est la plus grande de nos folies". Es una frase de una apariencia terrible y que, a pesar de todo, es plausible y muy puesta en el nivel de la vida. Si se puede llegar a vivir al margen de lo que Vigny llama la mayor locura, cualquier cosa agradable que os ocurra, por muy pequeña que sea, os deslumbrará de felicidad. A los que, por el contrario, viven en las alucinaciones de la esperanza, todo lo que les ocurra, por más fascinante que sea, les parecerá poca cosa, una miserable pequeñez ridícula. Vivir en la esperanza es vivir en el desencanto continuado y sin remedio.

El quadern gris
Josep Pla. 1918-1919. Publicado en 1966, Obras Completas. Ed. Destino.

Sin comentarios.

CG.

sábado, 7 de marzo de 2009

Adiós a todo eso

Adiós a todo eso es una frase acuñada en honor a la autobiografía de Robert Graves: Goodbye to All That. La persona con la que comparto esta página, el tal CG, me dice que va a decir adiós a todo eso. Le pregunto, le interrogo, le cuestiono que qué es para él todo eso.

Se pone muy circunspecto y me dice que todo eso es, por ejemplo, la obligación de un horario forzado que no le ha permitido contemplar los amaneceres, suaves y parsimoniosos, del otoño de los últimos veinte años, porque antes no hubiera sabido apreciarlos.

Luego me insiste en que ese todo eso no se reduce al horario. También están los compromisos -impuestos o adquiridos libremente- que de continuo asaltan a quienes se desenvuelven en el mundo del trabajo. O los celos profesionales. O el exceso de responsabilidades. O la relación, siempre asímetrica, con los que mandan. O la tiránica bandeja de entrada del correo electrónico -y no digamos del teléfono móvil corporativo-. O los fantasmas del miedo, expertos en crear noches insomnes y eternas.

También me dijo que todo eso no era el infierno, que él no había vivido en el infierno. Y que tampoco estaba de acuerdo con Sartre (el infierno son los otros), sino que el infierno, de existir, estaría dentro de uno. Y que para las heridas de la contienda siempre había encontrado cataplasmas milagrosas y ungüentos balsámicos: miradas alentadoras de quien menos se espera, una mano desinteresada cuando parece que todo está perdido, complicidades espontáneas, amistades sólidas y eternas, desventuras que acaban en venturas, ...

Algún día hablaré de mí, y no sé si voy a estar de acuerdo con la blandura de este CG, que me inunda este blog con tanto despropósito, tanta retahíla de sentimientos trasnochados. Ahora lo consolaré leyéndole un poema de Joan Margarit, para demostrarle cómo se abordan, de manera descarnada, el tiempo y los años.

PAISAJE

Hemos llegado al último refugio.
Aquí comienza
lo que no sé si llamas soledad.
El primer paso para que olvidemos
quiénes somos y hacernos compañía
debajo de la roca que, helada, nos vigila.
Todo está en nuestros ojos.
Y el desencanto, un río hasta la muerte.
Faltó muy poco para ser feliz.

Joan Margarit

MISTERIOSAMENTE FELIZ. Visor Poesía. 2009

Pepe Amodeo