Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde-, sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.
Este microrrelato es común atriburlo a Jean Cocteau, y su traducción a Jorge Luis Borges. Si lo traigo aquí es porque la muerte, esa inefable certeza que a cada momento ignoramos, ha estado rondando el lecho de MC. Ahora parece que se aleja, que vuelve a tener ocupación buscando al consabido jardinero de Ispahan, es decir, a cualquiera, a todos ...
CG