sábado, 19 de mayo de 2007

Revista Litoral

Creo que fue la poeta Blanca Andreu (La Coruña, 1959), la que dijo que a la poesía se llega por instinto, sin saber muy bien qué o quién lo provoca, pero que al final es un camino de autoconocimiento. Esta misma definición ya se explicó en el post sobre María Sanz, hace tan sólo unas fechas.


Una manera de aplicarse a este género literario, tanto en sentimientos como en las heterogéneas posiciones estéticas de la belleza, es hacerse con cualquiera de los últimos ejemplares de la revista Litoral, Poesía, Arte y Pensamiento. Sesenta años de arte y literatura, con los obligados saltos en los años de la guerra civil y posteriores, avalan a esta publicación, cuidada en todos sus detalles, merecedora de la Medalla al Mérito en Bellas Artes en el año 2005. Animalia, Los ojos dibujados, La poesía del mar, Carlos Marzal, La poesía del cine, etc, son algunos de los últimos monográficos de esta singular publicación.

El último número, Navegante Solitario, está dedicado a José Manuel Caballero Bonald. No me resisto, con permiso del poeta, a transcribir aquí un poema, ya antiguo, de este autor. Se trata de A batallas de amor, campos de pluma, y pertenece a Descrédito del héroe, Madrid, Visor, 1993.

Ningún vestigio tan inconsolable
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas
y más
cuando la lasitud de la memoria
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.

Linda el amanecer con la almohada
y algo jadea cerca, acaso un último
estertor adherido
a la carne, la otra vez adversaria
emanación del tedio estacionándose
entre los utensilios volubles
de la noche.

Despierta, ya es de día,
mira los restos del naufragio
bruscamente esparcidos
en la vidriosa linde del insomnio.

Sólo es un pacto a veces, una tregua
ungida de sudor, la extenuante
reconstrucción del sitio
donde estuvo asediado el taciturno
material del deseo.

Rastros
hostiles reptan entre un cúmulo
de trofeos y escorias, amortiguan
la inerme acometida de los cuerpos.

A batallas de amor campo de plumas.

CG