sábado, 14 de noviembre de 2009

Lo memorable

No todo lo que nos ocurre en la vida puede alcanzar la categoría de memorable -una de mis palabras preferidas-, que designa aquello que es digno de ser traído a la memoria, de ser rememorado. Y de evocación, podría añadirse.

Reconozco que siento una debilidad especial por el artículo que hoy traigo aquí, publicado en El País por Soledad Puértolas en octubre de 1992 y que se titula La insufrible suficiencia de algunos camareros. Le debo a dicho artículo no sólo que estimulase en mí la lectura del Libro del desasosiego, de Pessoa, escritor que ya conocía –fue Rolando Campos la primera persona que me habló, mediados los 80, de los heterónimos de este poeta-, sino por su peculiar interpretación de la extrañeza, propia y ajena, a veces vivida con especial dramatismo por quienes padecen en grado variable esa cualidad de la conducta llamada empatía. Pero nadie parece haberse parado a pensar que el empático puede sufrir. Como es una actitud que los psicólogos califican de inteligencia interpersonal, pues adelante, estas personas pueden aguantar sin inmutarse lo que se les eche. No voy a listar los agravios a los que a diario la Materia –al decir de Pessoa-nos somete. Volviendo de nuevo al Libro del desasosiego, en el capítulo 49, titulado /DIARIO AL ACASO/, escribe en el tercer párrafo: ¿Será que mi costumbre de colocarme en el alma de los demás me lleva a verme como me ven los demás, o me verían si se fijasen en mí? Y más adelante: Convivir con los otros es una tortura para mí. Y tengo a los otros en mí. Al final concluye: No tengo hacia donde huir, a no ser que huya de mí.

En el mismo día en que escribo este post leo en los periódicos que Soledad Puértolas disertó ayer en el Festival Eñe sobre Las enfermedades de los escritores. Seguro que habrá realizado una ponencia seria y rigurosa, y, por tanto, carente de patrones estadísticos. Estudiando las vidas de los escritores que les hayan servido para documentar la conferencia, le habrá valido más la empatía y la intuición que la retórica de los números. Y es que ya se sabe, para explicar este mundo están las mentiras, las grandes mentiras... y las estadísticas.

CG

Nota.- Soledad, gracias por haber escrito un artículo tan memorable como éste.