Dedicado a José Moreno Domínguez, amigo de Caminos.
La furgoneta estaba aparcada en el exiguo aparcamiento de la Praya de Vacaria -o del Porto Velho-, y sobre su cristal trasero podía leerse "Orgulho de ser alentejano". Aquí también, pensé. Como en todas partes. La diferencia con el vecino. El sentimiento de oprobio, de queja por no sentirse bien mirado. Los rivalidad entre ciudades, entre regiones ..., cuando siendo como somos, ojos ajenos, resulta imposible distinguir al natural del Ribatejo del de Tra Os Montes, (o a gallegos de valencianos y navarros).
El Baixo Alentejo tiene como capital a Beja, y la península de Troia, al norte de esta inmensa huerta que apenas mira al mar, llega casi a tocar con sus bajos arenales la ciudad de Setúbal, en el estuario del río Sado. La geografía de estos lugares necesitan, como todas, de un observador: un paisaje no es nada sin alguien que lo disfrute, que lo analice, que lo reconvenga o que lo interiorice. Hasta Miguel de Unamuno incluyó siempre a Portugal en dos de sus ensayos viajeros: Paisajes del alma y Por tierras de Portugal y España. Gracias a Saramago, hoy el iberismo no es un valor decadente.
De este paisaje me queda la impronta que me procura Santiago do Cacem, una ciudad que tiene muy cerca una referencia romana, la antigua Miróbriga.
El Baixo Alentejo tiene como capital a Beja, y la península de Troia, al norte de esta inmensa huerta que apenas mira al mar, llega casi a tocar con sus bajos arenales la ciudad de Setúbal, en el estuario del río Sado. La geografía de estos lugares necesitan, como todas, de un observador: un paisaje no es nada sin alguien que lo disfrute, que lo analice, que lo reconvenga o que lo interiorice. Hasta Miguel de Unamuno incluyó siempre a Portugal en dos de sus ensayos viajeros: Paisajes del alma y Por tierras de Portugal y España. Gracias a Saramago, hoy el iberismo no es un valor decadente.
De este paisaje me queda la impronta que me procura Santiago do Cacem, una ciudad que tiene muy cerca una referencia romana, la antigua Miróbriga.
Es un miércoles que ha servido para disfrutar de la exquisita Praya de Morgavel, en São Torpes. Ahora, en un atardecer que se antoja perezoso y desganado, las calles que suben hacia la Igreja Matriz están solitarias, y algunas de sus casas muestran un pasado reciente, cuando menos, de cierta bonanza económica. No es de extrañar que las incómodas cuestas hayan alejado a la gente joven, que preferirán apartamentos y viviendas más accesibles y saneadas. En esta Igreja Matriz, guardada al norte y al oeste por los adarves de una antigua y bien conservada fortaleza, hallamos la exposición No Caminho sob as Estrelas. En la recepción nos atiende una joven malagueña -que falta de educación y de previsión, no preguntarle el nombre-, que nos explica, entre otras muchas cosas, donde cenar en Santiago. Impresiona el acierto de la muestra, pero los azulejos de Triana con el motivo de la vieira, dulcifican tanta espada y tanto matamoros -y hasta mataindios, tabla peruana del siglo XVII-, que nada tiene que ver con los valores que atraen al Camino a los incondicionales de hoy: aquellos que convierten el sendero en una forma de mirar, de extender la convivencia más allá de la paralelas que conforman el trayecto, persistiendo en actitudes a las que ya hace tiempo muchos renunciamos. Yo conozco a alguien así, y por tanto sé lo que digo.
El azar hace que O Solar do Canudo sea el lugar donde tomar la cena. Alentejana, por supuesto: carne y verduras frescas. La costa, a pesar de su cercanía -30 kilómetros escasos-, parece lejana. No hay evocaciones marítimas en este suave y apartado promontorio civilizado. Sin embargo, estas calles silenciosas vieron, en 1895, el primer automóvil que circuló en Portugal, perteneciente al Conde do Avillez. El primer Rolls Royce portugués perteneció a otro santiaguino, José de Sande Champalimaud, y en su municipio se registró
la matrícula número 1, en 1901, a nombre de Augusto Teixeira de Aragão.No hay duda. Santiago do Cacém: de povoado pré-celta a cidade do século XXI.
CG