Uno de nosotros dos vino al mundo en esta calle. Ahora, unos meses después de que saliera la primera edición de Lienzos de Cal, de María Sanz, descubro en el contenido del poemario que hay uno dedicado a este espacio de silencios solemnes y de umbrosas soledades.
Una vez más mi reconocimento hacia MS, por haber volcado en sus poemas la identidad de unos ámbitos en los que nos reconocemos los que fuimos doblemente expulsados, allá por los años cincuenta, de la niñez y de la Sevilla intramuros.
Ahora, libres de la penitencia que el destino ciego tejió para nosotros, el trabajo está de nuestra parte. Recuperar la infancia ya perdida es imposible, pero vivir intramuros, aunque sea en sueños, está al alcance de un cerrar los ojos, y proyectar nuestras sombras sobre los lienzos de cal de Agua, Mármoles, Abades, Imperial, Cruces...
Sigo pensando que los que leemos a la MS que de manera permanente nos devuelve gratísimos Gozos sin Fondo y ese particular Ayre Triste, subtítulos de la obra, le debemos algo. No sé lo que es, pero desde luego para saldar la deuda se necesita algo más que pagar el discreto precio de este libro.
Pepe Amodeo / CG
ARCHEROS
En mayo se prendían
furtivos arreboles
al raso de la tarde.
Mi ensoñación trazaba
un recodo durmiente
desde aceras umbrosas,
quedándose el vacío
más despierto que nunca,
a tono
con lo mágico.
Un cauce de ventanas,
de geranios colgantes,
daba suelta a su rito
vesperal y sereno.
Mientras, la tarde antigua
doblaba por mis ojos.