Hoy hace 101 años que tuvo lugar el naufragio del Sirius, un trasatlántico a vapor con más de veinte años de servicio y que fue construido en Glasgow, Escocia. Había partido del puerto de Génova y se dirigía a Río de Janeiro, Santos y Buenos Aires con unos 1300 pasajeros a bordo, si bien nunca se contabilizaron las personas que viajaban de forma ilegal en las bodegas del barco.
Si bien las crónicas no nos remiten al final de la historia, me quedo con lo que escribe Javier Cercas en Soldados de Salamina: de no ser por Alcibiades nada sería igual en el mundo. No obstante, añado que la vida y las acciones de personas como Vicente Boígues, justifican, aunque sea minimamente, la confianza que depositamos en ellas.
A su paso por el cabo de Palos, frente a la Manga del Mar Menor, pasadas la 16 horas de aquel cuatro de Agosto, un crujido atronador sacudio la nave, creando una gran confusión entre la tripulación y los pasajeros. El casco había encallado en el Bajo de Fuera, una especie de aguja que está a menos de tres metros de profundidad, quedando enganchado en este escollo perimetral de las Islas Hormigas.
Tras el desconcierto inicial, estallaron las calderas produciendo un número indeterminado de muertos; la proa se elevó y la popa quedó ligeramente hundida. El desastre se completó cuando el capitán del barco, Piccone, y un grupo de oficiales, mostrando una actitud miserable y mezquina, fletaron un bote y abandonaron a su suerte a los tripulantes. El resto de la marinería, ante semejante cobardía y falta de escrúpulos, siguieron su ejemplo, dejando sumida en la desesperación a los viajeros, que veían como se esfumaban cualquier posibilidad de salvamento.
Numerosos barcos que estaban por la zona, ante la columna de humo que el barco emitía y el cambio de silueta en el horizonte, se dirigieron hacia el buque naufragado. Algunos de ellos, de bandera francesa e italiana, salvaron a un número reducido de víctimas. Sin embargo fueron las embarcaciones de pesca, laúdes* en su mayoría, los que colaboraron en el salvamento de centenares de supervivientes. Vicente Buígues (o Bohígues), era el patron del laúd Joven Miguel. En contra de la opinión de la tripulación -casi todos familiares-, exponiendo su vida y la de sus colaboradores, acercó la proa al barco, y colocando unos tablones que dificilmente soportaban el paso de personas, logró salvar a más de trescientas personas, aunque para ello tuviera que valerse de un revólver: la máxima de las mujeres y los niños primero, presente en situaciones de emergencias, brillaba por su ausencia, ya que los indefensos eran arrollados sistematicamente por los más fuertes y poderosos.
Tras su hazaña fue condecorado por los gobiernos de España e Italia con la Cruz del Mérito Naval con Distintivo Rojo y con la Medalla de Oro de Salvamento de Náufragos (Cruz Roja). Fue recibido por el propio Rey Alfonso XIII en el Palacio Real, estableciéndose entre ellos una sólida amistad que se mantuvo en el tiempo. Unos años más tarde, estando Vicente en Valencia observó un revuelo en el puerto marítimo, comprobando que se debía a la presencia del monarca. Intentó romper el cordón de seguridad y casi resulta arrestado.
Si bien las crónicas no nos remiten al final de la historia, me quedo con lo que escribe Javier Cercas en Soldados de Salamina: de no ser por Alcibiades nada sería igual en el mundo. No obstante, añado que la vida y las acciones de personas como Vicente Boígues, justifican, aunque sea minimamente, la confianza que depositamos en ellas.
CG
*Definición del DRAE.- Embarcaciones pequeña del Mediterráneo, de un palo con vela latina, botalón con un foque y una mesana a popa.
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