sábado, 7 de marzo de 2009

Adiós a todo eso

Adiós a todo eso es una frase acuñada en honor a la autobiografía de Robert Graves: Goodbye to All That. La persona con la que comparto esta página, el tal CG, me dice que va a decir adiós a todo eso. Le pregunto, le interrogo, le cuestiono que qué es para él todo eso.

Se pone muy circunspecto y me dice que todo eso es, por ejemplo, la obligación de un horario forzado que no le ha permitido contemplar los amaneceres, suaves y parsimoniosos, del otoño de los últimos veinte años, porque antes no hubiera sabido apreciarlos.

Luego me insiste en que ese todo eso no se reduce al horario. También están los compromisos -impuestos o adquiridos libremente- que de continuo asaltan a quienes se desenvuelven en el mundo del trabajo. O los celos profesionales. O el exceso de responsabilidades. O la relación, siempre asímetrica, con los que mandan. O la tiránica bandeja de entrada del correo electrónico -y no digamos del teléfono móvil corporativo-. O los fantasmas del miedo, expertos en crear noches insomnes y eternas.

También me dijo que todo eso no era el infierno, que él no había vivido en el infierno. Y que tampoco estaba de acuerdo con Sartre (el infierno son los otros), sino que el infierno, de existir, estaría dentro de uno. Y que para las heridas de la contienda siempre había encontrado cataplasmas milagrosas y ungüentos balsámicos: miradas alentadoras de quien menos se espera, una mano desinteresada cuando parece que todo está perdido, complicidades espontáneas, amistades sólidas y eternas, desventuras que acaban en venturas, ...

Algún día hablaré de mí, y no sé si voy a estar de acuerdo con la blandura de este CG, que me inunda este blog con tanto despropósito, tanta retahíla de sentimientos trasnochados. Ahora lo consolaré leyéndole un poema de Joan Margarit, para demostrarle cómo se abordan, de manera descarnada, el tiempo y los años.

PAISAJE

Hemos llegado al último refugio.
Aquí comienza
lo que no sé si llamas soledad.
El primer paso para que olvidemos
quiénes somos y hacernos compañía
debajo de la roca que, helada, nos vigila.
Todo está en nuestros ojos.
Y el desencanto, un río hasta la muerte.
Faltó muy poco para ser feliz.

Joan Margarit

MISTERIOSAMENTE FELIZ. Visor Poesía. 2009

Pepe Amodeo