Pues finalmente pude acudir a la presentación, íntima y familiar, de la Antología 1981-2006 de María Sanz. La tarde, templada y ruidosa en el centro de Sevilla, recogía murmullos en el reducido salón de actos que La Casa del Libro tiene en la azotea de la calle de Velázquez. Los pocos asistentes que se me adelantaron ya habían tomado posición en las últimas filas, así que busqué mi asiento en el lugar más discreto que pude.
Flanqueaban a María Sanz dos personas, a las que ella misma presentó: José Antonio Ramírez Lozano, escritor y poeta (Nogales, Badajoz), y Francisco Robles, periodista de la capital. Antes de que María Sanz ofreciera una seleccionada lectura de sus poemas, aparecieron en el horizonte los obligados referentes sevillanos: Bécquer, Machado, Cernuda ... , llegando hasta Carmen Laffón. Debe quedar claro que las referencias buscaban el lado selecto y elitista que estos autores representan, pero me pregunto hasta cuando tiene que durar la tiranía de la etiqueta prestada para una autora que, con este libro, celebra 25 años de escritura. Hubo un apunte acertado: la de que María Sanz podría tener más afinidad con los filósofos-poetas que con la simple adscripción a cualquier movimiento literario, llámese modernismo o postmodernidad. Humildemente pienso que María Sanz haría bien en marcar ciertas distancias con determinados cenáculos de la ciudad, principalmente con aquellos que, orgullosos de pertenecer a una ciudad de carácter florentino, acaban cayendo en el odioso provincianismo que lleva siglos anclando e impidiendo el anhelado despegue ético y moral de la urbe, sin excluir el económico.
María Sanz, excelente decidora de sus propios textos, hizo un recorrido por la antología, descubriendo algunas claves ocultas del poemario. De dichos poemas me quedo con El hombre que resiste, perteneciente al libro Dos lentas soledades (2002). Dice así:
El hombre que resiste
es menos infeliz, acusa poco
la llegada del mal a sus dominios,
ignorando si hay viento
de levante o de poniente,
o si en sus tentaciones
ha crecido la hierba.
Cuántas veces el cuerpo está llagado
hasta el punto de ansiar la sepultura.
Pero nada termina
por derrotar al hombre
que ha visto su victoria ya de lejos,
aunque apenas le queden
fuerzas para arrancarla al enemigo.
Cuántas veces la débil naturaleza sirve
de escudo atemperado
contra alguna supuesta rebeldía.
Pero aquél que resiste llega a vivir del todo,
enraizado en la oscura verdad que le define.
El libro está dedicado: A mi madre, sin cuyo aliento no hubiera llegado a esta orilla, y para su apertura, a manera de prólogo, se ha elegido uno de los textos más relevantes de la reconocida hispanista Biruté Ciplijauskaité: La construcción del yo femenino en la literatura, Universidad de Cadiz, 2004.
María Sanz: Luna de Capricornio. Ed. Aguaclara. Alicante 2007
Flanqueaban a María Sanz dos personas, a las que ella misma presentó: José Antonio Ramírez Lozano, escritor y poeta (Nogales, Badajoz), y Francisco Robles, periodista de la capital. Antes de que María Sanz ofreciera una seleccionada lectura de sus poemas, aparecieron en el horizonte los obligados referentes sevillanos: Bécquer, Machado, Cernuda ... , llegando hasta Carmen Laffón. Debe quedar claro que las referencias buscaban el lado selecto y elitista que estos autores representan, pero me pregunto hasta cuando tiene que durar la tiranía de la etiqueta prestada para una autora que, con este libro, celebra 25 años de escritura. Hubo un apunte acertado: la de que María Sanz podría tener más afinidad con los filósofos-poetas que con la simple adscripción a cualquier movimiento literario, llámese modernismo o postmodernidad. Humildemente pienso que María Sanz haría bien en marcar ciertas distancias con determinados cenáculos de la ciudad, principalmente con aquellos que, orgullosos de pertenecer a una ciudad de carácter florentino, acaban cayendo en el odioso provincianismo que lleva siglos anclando e impidiendo el anhelado despegue ético y moral de la urbe, sin excluir el económico.
María Sanz, excelente decidora de sus propios textos, hizo un recorrido por la antología, descubriendo algunas claves ocultas del poemario. De dichos poemas me quedo con El hombre que resiste, perteneciente al libro Dos lentas soledades (2002). Dice así:
El hombre que resiste
es menos infeliz, acusa poco
la llegada del mal a sus dominios,
ignorando si hay viento
de levante o de poniente,
o si en sus tentaciones
ha crecido la hierba.
Cuántas veces el cuerpo está llagado
hasta el punto de ansiar la sepultura.
Pero nada termina
por derrotar al hombre
que ha visto su victoria ya de lejos,
aunque apenas le queden
fuerzas para arrancarla al enemigo.
Cuántas veces la débil naturaleza sirve
de escudo atemperado
contra alguna supuesta rebeldía.
Pero aquél que resiste llega a vivir del todo,
enraizado en la oscura verdad que le define.
El libro está dedicado: A mi madre, sin cuyo aliento no hubiera llegado a esta orilla, y para su apertura, a manera de prólogo, se ha elegido uno de los textos más relevantes de la reconocida hispanista Biruté Ciplijauskaité: La construcción del yo femenino en la literatura, Universidad de Cadiz, 2004.
María Sanz: Luna de Capricornio. Ed. Aguaclara. Alicante 2007
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