Mañana se cumplen 70 años del, probablemente, más famoso discurso que hizo Churchill. Fue aquel en el que dijo: No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, si bien el político británico, en el mismo momento que pronunciaba estas palabras, dejaba entrever que el final era la victoria. Con la primera afirmación se sinceraba en sus convicciones. Con la segunda no hay duda que dejó hablar al poeta, al soñador y al aventurero que todos llevamos dentro. Menos mal que esta vez -¡y como lo necesitábamos!-, los dioses estuvieron de su lado.
Pepe Amodeo
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