jueves, 12 de abril de 2007

La crin de Damocles



La última novela que acabo de leer. Serie Negra. Años Negros. Para recordarle a los alemanes que no siempre fueron una potencia ni unos referentes recomendables.

Un parrafo del libro, página 198:

... Libre es el que sigue sus deseos y sus motivaciones, razonables o irrazonables, pero solo las suyas. La palabra tiene mil laberintos, y solo un completo idiota puede acabar haciendo lo que otro quiere que haga por el simple hecho de que el otro tiene razón. La piedra tiene razón para querer que la dejen en paz en la montaña o en la cantera; no se mete con nadie ni hace ningún mal, pero llegan el cantero o el escultor y la cortan y la tallan ¿Y sabes por qué? Porque el cantero y el escultor saben lo que quieren y no atienden a razones.

Javier Pérez Fernandez es un joven escritor leonés, galardonado con el Premio Azorín 2006, que otorga la Diputación Provincial de Alicante en colaboración con la editoria Planeta. Cabe pensar que estamos ante una nueva promesa de la literatura española.

Saqué este libro de la Biblioteca Pública de Gines hace más de un mes, así que María Jesús o Rocío, las ayudantes de la biblioteca, aunque me reciban con su habitual sonrisa, me pondrán en la lista de los penalizados por demora en la devolución de libros.

En cualquier caso, mi agradecimiento a todas las ayudantes de bibliotecas de España, veladoras del orden establecido -bibliotecario, claro-, siempre dispuestas a atender nuestras peticiones.

4 comentarios:

Pepe Amodeo / CG dijo...

Me pregunta Javier Pérez (a quien no conozco personalmente), sobre si el hecho de que lleve en mi poder más de un mes su novela La crin de Damocles, es porque no me ha gustado.

Apreciado Javier: su novela (negrísima), me gustó desde el primer momento, pero no estoy de vacaciones, y aún he entregar un buen número de horas diarias de mi tiempo en compensación al salario que recibo.

Otra cosa: al mismo tiempo que saqué su novela de la BP, fiché el poemario "Naufragio de los Días", de Eduardo Chirinos (*). Espero que tanto Chirinos como usted disculpen mi notoria incapacidad para administrar el tiempo dedicado a las lecturas, sobre todo si estas proceden a la BP. Disculpas que solicito de manera encarecida a Rocío y a María Jesús, qué caramba ...

(*) Dedicado a Jannine Montauban

Nada poseo sino la palabra,
el resto lo he perdido en el naufragio de los días.
Nada poseo sino la palabra,
la palabra que ahora se escabulle dejándome solo.

Filisteum dijo...

Muy amable. Me alegro de que haya otros buenos motivos.

Pero si hubiese sido porque no te gustaba, pues tan amigos también. Esto de la literatura es un poco como lo del queso: si fabricas un queso que le gusta a todo el mundo, desconfía...

:-))

Un abrazo

Anónimo dijo...

Acabo de leerme esa novela. Se lo prometí a un amigo. Reconozco que el género negro no me atrae especialmente y del género político huyo bastante. Pero la novela logró engancharme. Como me costaba hacerme con los apellidos alemanes (y de una vez a otra que tomaba el libro se me olvidaban) decidí leerla de un tirón, todo este domingo por la mañana. La recreación histórica y geográfica es soberbia. Müller es una personalidad con un gran atractivo, aunque tenga un comportamiento ambiguo (imagen de incorruptible y luego es un “llanero solitario”, ejerciendo la justicia a su modo). Hay muchos puntos originales –el esquilmador de cabelleras-, intriga bien dosificada, buenas batallas dialécticas y razonamientos ajedrecianos del tipo “tú piensas así, actúas así, luego esperas este movimiento por mi parte y entonces allá va otro”. El símil del título está ampliamente justificado (porque hay mucha manía de poner títulos comerciales que luego ni salen en el contenido). Y lo que más me gusta: no se da respuesta a la sospecha que planea sobre nosotros desde el principio de la novela. Y consigue que, además, carezca de importancia. Llegados al final, es lo último que te planteas. Sólo piensas: “Guau”. (Y eso que la última hoja es como de broma, o dicho en lenguaje literariamente correcto, un guiño del autor hacia el lector: para que nos riamos los dos). Enhorabuena al autor por construir novelas complejas con tanta aparente sencillez.

Anónimo dijo...

Acabo de leerme esa novela. Se lo prometí a un amigo. Reconozco que el género negro no me atrae especialmente y del género político huyo bastante. Pero la novela logró engancharme. Como me costaba hacerme con los apellidos alemanes (y de una vez a otra que tomaba el libro se me olvidaban) decidí leerla de un tirón, todo este domingo por la mañana. La recreación histórica y geográfica es soberbia. Müller es una personalidad con un gran atractivo, aunque tenga un comportamiento ambiguo (imagen de incorruptible y luego es un “llanero solitario”, ejerciendo la justicia a su modo). Hay muchos puntos originales –el esquilmador de cabelleras-, intriga bien dosificada, buenas batallas dialécticas y razonamientos ajedrecianos del tipo “tú piensas así, actúas así, luego esperas este movimiento por mi parte y entonces allá va otro”. El símil del título está ampliamente justificado (porque hay mucha manía de poner títulos comerciales que luego ni salen en el contenido). Y lo que más me gusta: no se da respuesta a la sospecha que planea sobre nosotros desde el principio de la novela. Y consigue que, además, carezca de importancia. Llegados al final, es lo último que te planteas. Sólo piensas: “Guau”. (Y eso que la última hoja es como de broma, o dicho en lenguaje literariamente correcto, un guiño del autor hacia el lector: para que nos riamos los dos). Enhorabuena al autor por construir novelas complejas con tanta aparente sencillez.